Mabel Alonso Tejerina, el 31 de agosto, dentro de Bocata. (P. FERNÁNDEZ)
ADIÓS A 24 AÑOS EN LA TIENDA DE CHUCHES QUE PUSO NOMBRE A UNA PLAZA
Mabel Alonso Tejerina
se jubila después de una vida vendiendo gominolas a varias generaciones en «Bocata»
Octubre 2015 / La Contra
PAULA FERNÁNDEZ (Candás)
Varias generaciones pasaron por allí en busca de una bolsa de chuches, patatas fritas (su producto estrella) o aceitunas. Detrás del mostrador, Isabel Alonso Tejerina «Mabel» des- pachaba con una amplia sonrisa. Y así lo hizo durante 24 años, hasta que se jubiló y cerró el negocio, el 31 de agosto. Ahora, otro llevará las riendas. «Me sirvió de mucho y me llenó tanto...», valora.
Tal fue el éxito de esta pequeña tienda de la calle Valdés Pumarino que la plaza de enfrente recibió extraoficialmente su mismo nombre: «Bocata». ¿Por qué llamar así a un lugar donde lo salado gana a lo dulce? Hay quien no sabrá que al principio se vendían bocadillos. Otra idea inicial era despachar palomitas recién hechas, aunque finalmente se descartó.
«Mabel» entró en los 40 cuando abrió Bocata. Era 31 de julio de 1991, víspera de La Sardina. El proyecto fue ideado por su hermano Gabriel, quien vio las posibilidades de aquel céntrico bajo que antes había sido carnicería, perfumería, confitería y tienda de telas. «Mi hermano viajó a Nueva York. Al pasar por un parque, vio que había una cola grandísima para comprar palomitas. Cuando llegó, me llamó por teléfono y me preguntó si quería trabajar. Le dije que sí pero que no tenía un duro. Y me contestó que eso era lo de menos», recuerda. Su hermano contactó con el dueño del local y lo reformó.
De la noche a la mañana, la candasina estaba comprando mercancía en el polígono de Silvota. «Cogí un kilo de pistachos, un chicle de cada marca, bolsas de pipas de un precio y de otro… Puse unas cestas en el suelo para que se sirvieran los niños, pero eso no duró ni un mes porque no sabían usar las pinzas ni las palas», describe. Al día siguiente, 1 de agosto, se había quedado sin mercancía y tuvo que acudir a sutirse a la empresa González, de Gijón. Tal fue el trasiego de gente en esas fiestas que «lloré porque creí que iba a fallar a mi hermano. No podía con tanto trabajo». De hecho, este había sido el primero de su vida, ya que antes se había dedicado en exclusiva al cuidado de sus cuatro hijos.
Desde entonces, «Bocata» atendió a las diferentes demandas de los clientes. «Si alguien quería algo especial, lo pedía, como los caramelos de menta fuertes», apunta. Pero los bocadillos quedaron descartados en meses por el sacrificio que suponía levantarse a las siete y media de la mañana para hacer tortillas y luego correr el riesgo de perder dinero como le ocurrió en unas fiestas del Cristo donde la lluvia hizo que le quedasen 100 bocatas sin vender.
Poco a poco, la empresaria accidental fue haciendo el negocio a la medida de los clientes. «Primero abría a las nueve de la mañana, pero me di cuenta de que cuando más gente había en la calle era por la noche», explica. Durante las fiestas, «Mabel» tenía riñas con su familia por quedarse hasta altas horas en «Bocata».
Desde el local, vio madurar a personas que antes subían a gatas el peldaño para entrar en la tienda y ahora rozan la treintena.
De esos niños ahora adultos tiene un sinfín de recuerdos. «Había una niña pequeña que, como no llegaba al mostrador, me decía “señora de la tienda”. Otro vecino del edificio, que no sabía cómo me llamaba, gritaba “Gol, gol, gol” cada vez que me veía porque tenía pelotas en el escaparate», comenta.
Reparación del quiosco. (L. V.)
La puja base para alquilar el quiosco de madera es de 200 euros al año
P. FERNÁNDEZ (Candás)
El Ayuntamiento sacará a licitación el kiosco hexagonal de la avenida de la Constitución la primera semana de octubre. El pliego del concurso establece un canon mínimo de alquiler de 200 euros anuales (reembolsable en cuatro pagos) y el contrato será por cinco años, prorrogables a otros 10.
El pliego de condiciones también incluye que los interesados deben residir en Carreño desde hace al menos un año y no pueden tener una Incapacidad Permanente Absoluta o Gran Invalidez. Los criterios de valoración tendrán en cuenta los ingresos de la unidad familiar y si alguno de sus miembros tiene una minusvalía concedida. «Queremos facilitar que accedan a explotar este bien de dominio público aquellas personas que puedan tener situaciones de dificultad de inserción socio-laboral. Es un asunto de voluntad política. No se puede primar el beneficio económico ante el social», incidió Amelia Fernández López, alcaldesa de Carreño.
Otro de los compromisos que debe adquirir el adjudicatario es que el horario de apertura tiene que ser de 35 horas semanales y no puede cerrar el kiosco más de un mes al año, a no ser que lo justifique debidamente al Ayuntamiento.
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